La convivencia con la tradición no es casualidad o consecuencia de hechos fortuitos, el sujeto sin pretenderlo conserva y lleva consigo un lazo que define su conciencia histórica y se halla determinada en las huellas simbólicas que se van dejando en el mapa de la realidad y en la memoria como registro no sólo de la existencia de un colectivo de individuos relacionados entre sí por una casualidad geográfica y temporal, sino además, la conformación de un universo de conceptos, símbolos, signos y sistemas de representación, que trascienden las barreras del tiempo y se manifiestan de manera viva y constante en la cotidianidad de una sociedad.